CRISTO CRUCIFICADO DE LA CAPILLA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO: UN VENERADO ENIGMA EN LA BASÍLICA DE SAN PABLO DE EXTRAMUROS

 

Coordenadas: 41°51'31.7"N 12°28'37.9"E

El segundo templo más grande de Roma, después de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, es el de San Pablo de Extramuros (Basilica di San Paolo Fuori le Mura), ubicado entre la Piazzale San Paolo y la Via Ostiense, casi a orillas del río Tevere (Tíber). Fue construido sobre la tumba de Saulo de Tarso, el personaje más importante en la fundación del cristianismo después de Jesús y del Apóstol Pedro, de acuerdo al rol que le asignan las sagradas escrituras.

De proporciones impresionantes, el edificio basilical cuenta con una nave mayor famosa -entre otras cosas- por la presencia de los retratos de todos los papas en lo alto, imágenes bastante conocidas en la iconografía religiosa y sobre las que pesa la leyenda de que, cuando se acaben los espacios vacíos en la secuencia para colocar los rostros de los papas que faltan en la historia venidera, la Iglesia Católica Apostólica Romana se acabará para siempre. Otras cuatro naves corren a los costados como dos pasillos paralelos a cada lado de la mayor. La decoración es exquisita, y la cantidad de reliquias que se encuentran acá constituyen otro de los famosos tesoros culturales de la Iglesia en Roma.

Al final de las naves laterales al costado izquierdo del conjunto, avanzando hacia el fondo del templo y por atrás del enorme presbiterio con altar, artísticos murales y baldaquino, están dos hermosas y veneradas capillas: la de San Estéfano (con una figura del santo en su altar) y, a su lado derecho, la del Santísimo Sacramento, ambas alineadas con el final de los pasillos de las referidas naves laterales. En el ala opuesta del crucero, en cambio, están las capillas de San Lorenzo y la de San Benedetto.

En la Capilla del Santísimo Sacramento, se encuentra sobre su altar una de las imágenes más extrañas de la historia del arte sacro medieval, además de ser una de las más desconocidas a pesar de la historia que se ha tejido alrededor suyo: un Cristo en la Cruz, tallado y policromado, que guarda en su aspecto con el cuello torcido un extraño enigma y la historia de un supuesto milagro involucrando a Santa Brígida.

Partamos advirtiendo que esta capilla sobrevivió al tremendo incendio de la basílica que se había construido en el año 391 sobre el primer templo que recibía allí a los peregrinos. El edificio había recibido muchas modificaciones, ampliaciones y adiciones en los siglos que siguieron. Sin embargo, las llamas desatadas en la noche del 15 de julio de 1823, tras unos trabajos en su techumbre, destruyeron los cielos y gran parte de los pasillos, salvándose el sector del ábside. La triste noticia le fue dada al Papa Pío VII en su lecho de muerte, sólo un mes antes de expirar.

 

Entre los espacios que sobrevivieron al fuego, estaba la Capilla del Santísimo Sacramento, sala de preciosa factura con piedras coloridas y pilastras dóricas, que había sido diseñada por el célebre arquitecto italiano de origen suizo Carlo Maderno (1556-1629), uno de los iniciadores de la corriente artística barroca. Maderno había sido también escultor de otra importante imagen que se atesoró en este sitio: la de Santa Brígida de Suecia, la misionera que llegó a vivir a Roma en 1349 y cuya primera sepultura estuvo en la Iglesia de San Lorenzo en Panisperna. La actual Capilla de San Lorenzo, que dijimos está del otro lado del mismo crucero en la iglesia, también había sido obra suya, primera capilla que tuvo el Santísimo Sacramento, antes de cambiarse.

Sin embargo, lo que más llama la atención de los devotos en la capilla, es la presencia de aquel misterioso crucifijo con la cabeza de Cristo en una posición absurda, caída y volteada hacia su hombro derecho, retorcida de una forma que sería imposible en la anatomía humana real.

Y más intriga que, siendo una obra con pretensiones realistas bastante bien logradas, el autor de la talla en madera se haya permitido hacer este inexplicable detalle, con una evidente deformidad.

Habría confirmaciones de la presencia de esta obra en la basílica desde mediados del siglo XIV, lo que la hace una de las reliquias más importantes de las varias que tiene el inmenso templo y que siguen llamando la atención de generaciones de visitantes llegados hasta el lugar. A pesar de ello, hoy le falta la mano izquierda a la imagen, pues no ha sido inmune al paso de los siglos.

Tampoco se sabe mucho sobre quién fue el autor de la enigmática cruz. En el siglo XVI, el artista y primer historiador del arte italiano, Giorgio Vasari, autor de "Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos" de 1550, se la adjudicaba al talento de un colega y compatriota de fines de la Edad Media: el pintor Pietro Cavallini, quien, entre 1277 y 1285, había sido también el autor de los  mosaicos para la Basílica de San Pablo de Extramuros, con escenas mostrando pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento. Estas últimas obras acabaron destruidas por el comentado incendio de 1823.

Algunas opiniones expertas sugieren, sin embargo, que se trata de una obra posiblemente relacionada con la escuela artística de Siena de principios del siglo XIV. Por esta razón, se propone como otro posible autor a Tino di Camaino, de la misma época que Cavallini pero con una relación más directa con las artes escultóricas de tiempos góticos y especialmente los sieneses. Hay importantes trabajos de Camaino en su tierra natal, pero también otros que dejó a lo largo de sus periplos en diferentes lugares de Italia.

Las teorías intentando explicar la anomalía de este Cristo en la Cruz, al menos aquellas sin elementos sobrenaturales, pueden especular de un error durante el proceso de creación que acabó siendo mal resuelto por el artista, o bien alguna limitación por las proporciones originales del material usado para la talla, que no pudo ser corregido de otra manera. El caso es que la cabeza tradicionalmente caída hacia el hombro derecho del Cristo (que muchos consideran tomada de la imagen del dios crucificado en los megalitos alemanes de Externsteine), aparece sumamente exagerada, casi como una intencionalidad por parte del escultor.

La explicación de los creyentes y alguna vez popular, en cambio, señalaba algo muy diferente.

Dice la mitología cristiana que Santa Brígida, no mucho tiempo después de su llegada a Roma, se arrodilló una vez a orar ante esta imagen de Cristo pero no lo hizo exactamente enfrente de ella, sino a un costado. Y cuál sería su asombro cuando la estatua giró la cabeza de esta forma extraña, para poder mirarla directamente a ella y hablarle.

Sería en aquella aparición que le entregó las llamadas Oraciones de Santa Brígida para Nuestro Señor, con instrucciones para la misión que la volvería santa.

La explicación para su aspecto sería entre los fieles, entonces, de naturaleza divina: un auténtico milagro. Y por esta razón, hay en aquel altar una inscripción con el siguiente mensaje: "Pendentis. Pendente Dei verba a accepit aure accipit et verbum corde Brigitta Deum. Anno Jubilei MCCCL". La acompañaba la estatua de la santa, en el nicho de la hornacina del lado izquierdo en la capilla, la misma que es descrita fugazmente por viajeros como el Presbítero José María León y Domínguez en su "De Cádiz a Roma: Álbum histórico-descriptivo de la primera peregrinación española al Vaticano", de 1876.

Hay otras dos obras de enorme valor dentro de la Capilla del Santísimo Sacramento. Una de ellas es una antiquísima estatua de San Pablo, también de madera y muy venerada, aunque presenta daños y raspaduras a causa de los peregrinos, que querían llevarse parte de la reliquia en el pasado. A la estatua, de hecho, le faltan las manos.

La otra obra de enorme valor dentro de la capilla, es la imagen sacra de la Virgen con el Niño, también al costado del altar con la cruz, cuya existencia era comentada ya en el siglo XIII. La tradición dice que San Ignacio de Loyola con algunos de sus hermanos, ante ella, juraron ante e hicieron la profesión solemne de la floreciente Compañía de Jesús, el 22 de abril de 1541. Esta imagen sigue siendo muy importante en la iconografía y simbología de la congregación, por lo mismo.

La figura crucificada del Cristo con el cuello torcido, en tanto, era tan venerada en el pasado que la capilla se construyó especialmente para acogerla en él de forma digna y cómoda. Muchos la conocen como el Crucifijo Milagroso, por lo mismo. Y como el Santísimo Sacramento se guarda hoy en el tabernáculo del altar, a pesar de su nombre la capilla se ha vuelto esencialmente un lugar de plegaria y recogimiento, con los respectivos reclinatorios para la oración profunda de los fieles que llegan allí.

El ambiente que se mantiene en la sala es un poco oscuro, al punto de que dificulta las fotografías "a pulso" y sin trípode a los turistas que, por razones más profanas que los peregrinos y los rezadores, también arriban en masa cada día aprovechando de conocer la capilla y su curioso misterio.

Comentarios

  1. Comentario rescatado desde la antigua ubicación de este artículo, en el blog URBATORIVM:

    JLO26 de septiembre de 2019, 12:19

    tus entradas son para leer con detenimiento a la noche, no pienses que no lo hago eh ja... saludos..
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