PARROQUIA DE LA VIRGEN DEL GUADALUPE DE MONTE MARIO: UNA ENSALADITA CULTURAL ENTRE UN BARQUETE HISTÓRICO

 

Papa Juan Pablo II, en la Parroquia. Imagen exhibida en el mismo templo. Corresponde a la visita del pontífice del 24 de abril de 1983.

Coordenadas: 41°56'37.47"N 12°25'26.35"E

La exhuberancia cultural y patrimonial de Roma llega a marear... Agobia: si no hay vida suficientemente larga para conocerlo todo en esta urbe, menos se conseguirá con una visita, por prolongada que sea. Cada lugar, cada plaza, cada edificio histórico, cada museo es un bombardeo de información, arte y admiración que revienta los cargadores de las cámaras fotográficas y obligan al turista realmente interesado a tomar apuntes hasta en las servilletas.

Los templos destacan de forma casi abrumadora: cuatro o cinco por manzana, desde algunos de origen paleocristiano hasta otros de más reciente factura neoclásica. Al entrar a ellos, uno queda simplemente en shock: arte, retablos, esculturas, arquitectura, cuadros, frescos, estilos, texturas de roca, reliquias históricas, reliquias de hombres santos, criptas, orfebrería, frisos, etc... Parece que uno caerá en convulsiones en el esfuerzo de conocer completa cada iglesia romana, al menos quien realmente valora el patrimonio histórico y cultural en su plenitud, como sucede en la Ciudad Eterna.

Sin embargo, en medio de tal avalancha de historia romana, hay lugares que son un verdadero "descansito" en la intensidad, sin dejar de ser patrimonio y cultura para la capital italiana y sus visitantes. Son interesantes y calmos, valiosos pero poco destacados en medio de tanta energía de atracción turística.

La ciudad tiene muchos de estos rincones en donde no se deja de aprender de ella y conocer su semblanza. Destacaré en esta categoría a la Parroquia de Nuestra Señora del Guadalupe en Monte Mario (Parrochia Nostra Signora di Guadalupe a Monte Mario), por ser una locación que conecta a Roma también con las tradiciones religiosas del Nuevo Mundo, con la Santa Patrona de México en este caso, en un templito de factura reciente pero también cargado de su propia e interesante historia.

Es conocida la historia de Nuestra Señora del Guadalupe durante la conquista de México, con sus apariciones al indio Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro Tepeyac y la plasmación de su imagen en el manto ayate que llevó ante el Obispo Juan de Zumárraga, el 12 de diciembre de 1531, prodigio que se toma entre los fieles por "milagroso" y que ha hecho correr ríos de tinta entre investigadores, especialmente sobre los aspectos sobrenaturales que se adjudican a la famosa pieza que está a resguardo y veneración en la Basílica de Guadalupe.

Establecida como la Patrona de México, de América Latina y Filipinas, hasta el siglo XIX había todavía muchas dudas sobre la autenticidad de la historia asociada a su milagrosa aparición y también sobre la autenticidad del culto a la misteriosa advocación, incluso entre la propia Iglesia. La tradición y la fe españolas en México se habían impuesto ya en tiempos coloniales, sin embargo, y a pesar de las posturas dubitativas que a veces manifestó El Vaticano, a un sector de Roma conocido como Monte Mario, en el suburbio De la Victoria, se le asignó la protección patronal de la Virgen del Guadalupe, por las razones que veremos a continuación.

El título asociado a esta advocación se constituyó en 1928, con la llegada a Roma de las religiosas mexicanas de la Congregación de las Hijas de María Inmaculada de Guadalupe, instituto de derecho pontificio nacido durante el Gobierno de Benito Juárez para procurar la educación infantil femenina, siendo aprobado por la Diócesis en 1879 y luego recibiendo el su respectivo decreto pontificio de alabanza en 1899. Además de México e Italia, la congregación tiene otras casas en países como Bolivia, El Salvador y los Estados Unidos.

También habría sido en 1928, cuando se constituyó la misión de las hermanas mexicanas en Roma, que se comenzó a erigir su templo en Monte Mario, a un lado de la que sería llamada también Plaza de Nuestra Señora del Guadalupe en la vía del mismo nombre (continuación de la vía V. Troya), con la vía G. Gherardini. Una placa junto a las escaleras del segundo nivel dentro del edificio, sin embargo, señala que el templo fue levantado en 1929, debo aclarar.

El vecindario escogido no era un barrio corriente, por cierto: correspondía a la zona residencial que, después de la Primera Guerra Mundial, fue destinada a los empleados de las oficinas de correos y comunicaciones, denominada entonces Le Case Nuove. Originalmente, el proyecto contemplaba establecer una especie de ciudad-jardín satélite, compuesta por unas 300 pequeñas villas, aunque finalmente fueron concluidas sólo unas 50 de ellas. La plaza del edificio religioso era, según entiendo, una de las áreas verdes consideradas para estos barrios. Allí fue concluida la iglesia de las hermanas en 1932.

El estilo general del templo es una expresión arquitectónica que pasea entre el neorrománico, el neoclásico y elementos de arquitectura más modernas, aunque bien dosificados para asegurar la solemnidad conservadora del edificio. Cuenta con frontón y tres arcos en su fachada, dos falsos-ciegos y el central de acceso. Esta entrada está coronado por un hermoso mosaico de la Virgen del Guadalupe y la inscripción "IO SONO LAVOSTRA MADRE PIETOSA". Se ven allí también los escudos vaticanos de categoría para catedral y del actual pontificado. Sobre ella, destaca otra imagen de la misa advocación, esta vez escultórica, y el rosetón tipo óculo con trabajo sencillo de vitral, en diseño radial.

Originalmente -cabe señalar-, todo el exterior del edificio tenía a la vista sus líneas de enladrillados, pero hoy luce revestimiento enyesado. Cuenta con una capilla y orario al lado derecho, con entrada de arco, consagrada a la Virgen de Lourdes.

Interiormente, se trata de una nave única con armadura de techo en envigado y hormigón. Se accede por un zaguán de tres arcos bajo el coro, al que se llega por una escalera espiral de estilo muy modernista y funcional. Los vanos laterales de los muros, en la altura, permiten una buena iluminación solar, facilitada también por el hecho de que esta iglesia-a pesar de su entorno urbano- no ve bloqueada su iluminación por edificios del entorno. El interior del ábside es poligonal y con vigas-hojas sobre el presbiterio. El altar de mármol tiene estilo neogótico, con una pequeña columnata, sutil rasgo que se repite en otros elementos de la iglesia.

Sobre el altar y el tabernáculo, en la concavidad del ábside, se alza gallarda la imagen de Nuestra Señora del Guadalupe, en un edículo con frontón también tocado por las evocaciones góticas. Esta escultura policroma fue hecha por un sacerdote mexicano y fue donada al Papa León XIII hacia el año 1880. Posteriormente, Pío XI la cede a las monjas mexicanas en 1929 para su flamante templo. Cuando en 1955 Nuestra Señora de Guadalupe fue proclamada como "Santa Reina del Trabajo" por el Pío XII (el mismo papa que hizo entonces la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe y de San Felipe Mártir, en la vía Aurelia), esta imagen fue coronada por el Cardenal Vicario Clemente Micara; la corona fue hecha por el orfebre, medallista y escultor Guido Veroi, fallecido hace no muchos años.

Entre las otras obras de arte sacro, acompañan a la Virgen del templo las imágenes religiosas de la crucifixión, santos y un sagrario de bella factura. La imaginería está distribuida en cubículos laterales de la nave que sirven de pequeñas capillas. Destaca también una hermosa pila de agua bendita hecha en mármol y bronce, dispuesta en uno de estos espacios.

Poco tiempo permanecieron allí como patronas las guadalupanas, sin embargo, porque el templo y las dependencias se vendieron luego a la Diócesis de Roma, en 1936. Inmediatamente, la parroquia fue erigida en la doctrina a partir el 22 de junio de ese año, con el decreto cardenalicio titulado "Dominici Gregis", del Vicario Francesco Marchetti Selvaggiani, quedando dirigida por el clero diocesano de Roma.

El título cardenalicio de Nuestra Señora de Guadalupe en Monte Mario, en tanto, fue creado por el Papa Pablo VI, el 29 de abril de 1969. Ha sido ocupado desde entonces por los titulares Miguel Darío Miranda y Gómez (1969-1986), Franz Hengsbach (1988-1991), Adolfo Antonio Suárez Rivera (1994-2008) y, actualmente, por Timothy Michael Dolan (desde 2012). Hay placas conmemorativas recordando especialmente la obra de los párrocos Miranda y Gómez en una de las capillas laterales del templo, donde está también una efigie suya, la imagen del Jesús de la Divina Misericordia y la escultura de San Antonio de Padua. En su período de ejercicio del título parroquial, además, tuvo la visita al templo del Papa Juan Pablo II, el 24 de abril de 1983, con una gran ceremonia litúrgica en la plaza. Otra placa, en este mismo sitio, agradece los trabajos de Dolan por la parroquia.

A inicios del presente siglo, se realizaron restauraciones y remodelaciones del edificio religioso, además de construirse una doble galería interna, muy estrecha y abalaustrada, que funciona como balcón y corredor del segundo nivel, aunque su sentido original era facilitar la manipulación de las hojas de los ventanales, para apertura y cierre. Con ocasión de estos mismos trabajos, también se abrieron los vanos circulares del ábside que hoy se observan, los que mejoraron la iluminación natural del presbiterio.

Estuve varias semanas allí enfrente, en las torres residenciales vecinas a esta misma plaza, así que pude conocer bien este rinconcito romano tan olvidado por la industria turística. Puedo comentar que la plaza es dura, adoquinada, rodeada por arboledas que parecen estar arrojando siempre su caspa de hojas sueltas. Hay bancas de concreto y otras de madera distribuidas en el mismo espacio. A un costado de la misma, hay una simpática cervecería bajo un toldo.

Más cerca de la iglesia, en la esquina de la misma plaza, está una columna de evocación clásica rodeada por pesados bolardos de concreto encadenados, y en cuyo plinto se lee la siguiente dedicatoria: "I citadini di monte mario ai caduti di tutte la guerre" ("Los ciudadanos de Monte Mario a los caídos de todas las guerras"). Le acompañan las tradicionales siglas de la ciudad SPQR y la fecha de 1960 en números romanos. No sé si parte de su base de mármol o columna de roca sean piezas arqueológicas, pues es frecuente en Roma que aparezcan estas clásicas estructuras en los trabajos de las plazas y queden allí como parte de la ornamentación... Lujos que se dan ciudades de tres mil años, por supuesto.

Curiosamente, la plaza es lugar de estadía regular para mendigos y ebrios, realidad bastante frecuente en Roma a pesar de lo que pudiera pensarse de tan reluciente capital. A diferencia de los muchos otros que se ven en Roma, sin embargo, estos son un poco pendencieros y petulantes con los extraños, parecido a lo que vemos acá en Chile con algunos borrachines que se han apoderado de barrios universitarios y parques. Tuve algún momento de tensión con uno de ellos, del que me zafé cuando asumió que no hablaba italiano, incluso en su ebriedad.

Cabe comentar también que la veneración por la Santa Patrona en Monte Mario no se reduce sólo a esta Parroquia de Nuestra Señora del Guadalupe. Hay otros casos en Roma, es preciso aclarar. Sin embargo, relativamente cerca de la parroquia, o digamos lo suficiente para una corta caminata hasta la esquina de vía Trionfale con V. Chiarugi, existe una preciosa representación de la misma Virgen en mosaico, con gran gama de colores e incluso dorados en su contorno, sus rayos y sus estrellas del manto, una verdadera obra de arte en la calle.

Varias placas de agradecimiento están a lo pies de esa hermosa obra, que está en un altarcillo a modo de templete y sobre un murallón bajo tipo sillar. Se halla a un lado de una de las abundantes fuentes de agua potable que hay en la ciudad, en este caso una de estilo clásica.

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