UN PASEO POR EL ATRIUM VESTAE EN EL FORO ROMANO: EL TEMPLO DE VESTA, LA REGIA Y LA CASA DE LAS VESTALES

Cuadro con las vírgenes vestales manteniendo el fuego sacro dentro del templo. Fuente imagen: blog Apasionados del Imperio Romano.

Coordenadas: 41°53'30.2"N 12°29'10.3"E (Templo de Vesta) / 41°53'30.9"N 12°29'11.0"E (Regia) / 41°53'29.1"N 12°29'11.9"E (Casa de las Vestales)

Las Fiestas de Vesta o la Vestalia en la antigua Roma, se celebraban entre el 7 y el 15 de junio. Eran días del calendario cuando comenzaban con la limpieza, purificación y ornamentación del templo por parte de las sacerdotisas vírgenes vestales, única orden femenina en el Imperio, para recibir visitantes.

Los hombres no podían entrar al lugar de las vestales, salvo el pontifex maximus o pontífice máximo, sumo sacerdote de la religión romana y director de la escuela de las sacerdotisas. De su título proviene, justamente, el del pontífice de los papas de la Iglesia Católica. A las mujeres que eran madres se les permitía entrar sólo en esta época de la celebración, además.

Las procesiones que se realizaban en la ciudad durante estos días, incluían romerías con las estatuas y altares de andas representando a la diosa. Las vestales horneaban también una especie de tortillas saladas llamadas mola salsa, empleadas sólo para el servicio religioso y no como alimento, al igual que una salmuera endurecida llamada muries, que se usaba en los sacrificios. En otra célebre fiesta, la de Júpiter Panadero (Iovis Pistoris), repartían este pan sacro entre las matronas.

Durante el período de las celebraciones patronales, las vestales abrían los llamados penus Vestae para encanto del público: es decir, los cubículos secretos del templo en donde se guardaban objetos sagrados y reliquias, como la estatua de madera de Atenea que el legendario héroe Eneas habría traído desde Troya y que era conocida como el Paladio o Paladión (Palladium), una de las "prendas de dominio" (pignora imperii) que aseguraban mágicamente la dominación del imperio sobre cada región.

El mito dice que Eneas había traído también a la primera encargada de la elección y formación de las vírgenes vestales, aunque se sabe que las elecciones primitivas las hacían los reyes y, ya en la República, el pontífice máximo. Se las escogía de entre niñas de seis a diez años que debían ser bellas y sanas, sin defectos físicos o limitaciones en sus sentidos, inicialmente entre la aristocracia y después entre familias que fueran respetables. Diez años de formación comenzaban desde ese momento, pasando otra década al cuidado de la llama perpetua de Vesta y, finalmente, diez años más enseñando a las aprendices de nuevas generaciones. Cumplidos los 30 años de servicio, quedaban el libertad de permanecer en la casa religiosa o comenzar una vida en el exterior.

Vesta era, a su vez, la diosa del hogar, protectora de Roma, emblema de la fidelidad y del calor de la casa simbolizado en una flama que se mantenía eternamente encendida para ella en su lugar de culto, por lo que también quedó como una deidad asociada al fuego. Equivalente a la Hestia griega, era hija de Saturno (Cronos) y de Ops u Opiconsivia (Rea), además de hermana de Júpiter, Neptuno, Plutón, Juno y Ceres.

Entre los griegos, sin embargo, Vesta no parece haber tenido mucha importancia como ente de devociones, pero sí entre los romanos, con quienes adquirió gran importancia por tratarse de una entidad patronal del mundo doméstico. La tradición romana decía que el creador del culto había sido el rey Numa Pompilio, segundo soberano de Roma y quien gobernó entre los años 716 a. C. y 674 a. C., como sucesor del fundador Rómulo.

Parte de su lugar central de devociones, el Templo de Vesta , está de pie en el lado Sur de la Vía Sacra en el Foro Romano, en el corazón histórico de la capital italiana. Se levanta muy cerca de la Casa de las Vestales, en donde vivían las sacerdotisas, y enfrente de las dependencias conocidas como la Regia. Estos tres sitios, junto al desaparecido espacio de la Domus Publica, conformaban el grupo de manzanas del llamado Atrium Vestae, centro administrativo y religioso relacionado precisamente con el culto en aquellos años.

El grupo de edificios estaba ubicado en el sector más protegido en la ciudad antigua de las crecidas y turbiones del río Tíber (Tevere) o los manantiales y arroyos que fluían a veces desde las colinas, en primitivos tiempos ya olvidados de la historia local. Llegó a ser conocido como el Barrio de las Vestales de Roma, de hecho.

Moneda con imagen de Vesta sosteniendo el Palladium, año 226 (en la cara, iba el perfil de Alejandro Severo). Fuente imagen: dirtyoldbooks.com.

Detalle de un grabado con la restauración del Foro Romano en "La historia de Roma" de Robert Fowler Leighton,  New York, 1888. La recreación se supone mirada desde la Vía Sacra hacia el Sur. El número 3 señala al Templo de Vesta, y el número 4 a la Regia. El alto edificio que alcanza a verse a la izquierda es parte de la Casa de las Vestales.

Grabado con reconstrucción del templo de Vesta (fuente: Michael Grant, "El Foro Romano") y un diagrama mostrando la llama eterna en su interior (fuente: http://bowman-koehler.de).

Reconstrucción del aspecto que pudo haber tenido la Regia, ejecutada por S. B. Platner hacia 1911. Fuente imagen: romanreligion.org.

Reconstrucción de la Casa de las Vestales y del Templo de Vesta, por Christian Huelsen hacia 1905. Se observa el acceso de las vestales a su casa y el templete del edículo, junto al templo, y la estructura poligonal del patio que inutilizó alguna vez a la fontana de aguas mayor.

Reconstrucción del patio interior de la Casa de las Vestales, ejecutada por el artista Gasperini. Muestra el aspecto del peristilo y sus estatuas hacia el año 310. Fuente imagen: EFE, Roma.

Vista aérea (Google Earth) del conjunto que conforma el Atrium Vestae o Barrio de las Vestales en el Foro Romano. Destacan el patio de las vestales (con las fuentes) y, en el sector de los árboles, la ubicación de la Regia y, a su lado, el templo.

Indicaciones en colores para comprender la ubicación de cada unidad del Barrio de las Vestales: en amarillo, el Templo de Vesta; en Rojo, la Casa de las Vestales; en azul, la Regia; y en blanco, el sector aproximado en donde se debió ubicar la antigua Domus Publica y la casa antigua de las sacerdotisas.

EL TEMPLO DE VESTA

El Templo de Vesta o Aedes Vestae, era un edificio de diseño monóptero dispuesto en planta circular (tholos), como todos los de culto vestal en territorio de los romanos. Desde sus inicios, según parece, contaba con entradas enfrentadas al Este, simbolizando la importancia en la vida del fuego de la diosa Vesta y del Sol.

Se ubicaba sobre un podio de 15 metros de diámetro que, según el poeta Ovidio, representaba la redondez del mundo. Desde esta fundación, se elevaba por un contorno de unas 20 columnas con pedestales, todas de orden corintio e influencia greca en su arquitectura, con una cella al centro y alguna vez escalinatas de ingreso. El material de construcción es mármol blanco, así como el revestimiento del opus caementicium del podio.

El techado debió ser cónico, como se observa en el cuño de antiguos denarios, aunque con un escape de humo al centro para el fuego perpetuo conservado en su interior y con enorme esmero, pues se creía que si se apagaba, esto era anuncio de desastres y calamidades para Roma. En este espacio, además del Paladio, se guardaban testamentos, documentos senatoriales, cartas valiosas de particulares y objetos de culto, específicamente dentro del penus Vestae, que parece corresponder a una cavidad poligonal de 2,40 metros ubicada en el podio. Estaba implementado para vivir en él, para las encargadas de resguardar el fuego.

En el exterior del templo, se extendían las arboledas sagradas del Atrium Vestae, y un pequeño sector adyacente al mismo fue destinado a panteón, para la sepultura de sacerdotisas.

Aunque se ha instalado la noción de que este edificio religioso era un templo en la noción del templum romano, es decir, un lugar consagrado al culto, se trataba más bien de un aedes o lugar de veneración y recuerdo, ya que el culto de Vesta tendría a ser, desde su origen, más bien del ámbito hogareño, a diferencia de este sitio que tenía restricciones de acceso a las almas profanas. Esto explica el que no hubiese una estatua de la diosa dentro del mismo templo, ya que la representación de ella se hacía sólo con el fuego eterno.

El mito aseguraba que el Templo de Vesta había sido construido por orden del propio Numa Pompilio, al igual que la Regia (ocupada como residencia) y la Casa de las Vestales, calculándose así que pertenecía al siglo VII a. C. Eran de esta idea los historiadores Plutarco en "Vidas paralelas" y Dionisio de Halicarnaso en "Antigüedades romanas", por ejemplo. El Rey habría encargado a sus propias hijas, además, mantener y custodiar el fuego perpetuo, dando origen a la orden femenina de las sacerdotisas.

Otros retrocedían hasta el mismo Rómulo para adjudicarle la construcción del templo. Y si bien hay rastros de cultos realizados allí en aquel siglo, sucede que, por ubicarse en el exterior de la línea del pomerium o frontera sacra de Roma, que iba por el monte Palatino, su aparición debe ser posterior, correspondiente a la segunda etapa de crecimiento de la metrópolis.

Por otro lado, lo que se observa del actual templo es el resultado final de varias intervenciones y reconstrucciones, al igual que la Casa de las Vestales. Tales reconstrucciones se ciñeron a la planta circular y las columnatas en todos los casos, además de las entradas al Este.

Se sabe que el templo fue incendiado con el saqueo de Roma del 390 a. C. durante la primera invasión gala, y que volvió a ser atacado a fuego en el año 241 a. C., ocasión en que el pontifex maximus, el Cónsul Lucio Cecilio Metelo, quedó ciego tras realizar el riesgoso esfuerzo de meterse al edificio en llamas para rescatar el Paladio y otros objetos de culto, según autores como Tito Livio en "Periochae", aunque Cicerón asegura en "Pro Scauro" que fueron los tesoros allí guardados los que lo enceguecieron.

Las calamidades para el desafortunado templo siguieron en el año 210 a. C., nuevamente por culpa de fuegos venidos desde afuera y no desde su llama sagrada interior. Esta vez, sin embargo, 13 esclavos devotos de Vesta lograron salvar el edificio, ganándose la libertad como premio.

Hubo otros daños por incendios de diferente tipo, como en el año 14, a causa del siniestro que afectó a la  Basílica Pauli (ocasión en que debió ser evacuado y sus objetos sagrados rescatados por las vestales) y otros posteriores. El Gran Incendio de Roma de julio del año 64, que las tradiciones adjudicaban erróneamente a la voluntad de Nerón, también alcanzó al Templo de Vesta al dañar gran parte del sector oriental del Foro Romano. Fue el mismo Nerón quien ordenó su reconstrucción, pero otro fuego lo destruyó parcialmente, obligando a reconstruirlo otra vez en el año 69.

Trajano también lo intervino con reconstrucciones hacia el año 100-117. Un nuevo incendio de la ciudad hace necesario levantarlo, una vez más, en 191, junto a la Casa de las Vestales, ocasión en que las sacerdotisas salvan nuevamente al Paladio para llevarlo desde la Vía Sacra al Palatino. Septimio Severo se hará cargo de concluir la reconstrucción, durante su mando del imperio entre 193 y 211. Parte de esta última obra sería lo que vemos actualmente. Sin embargo, es preciso comentar del hallazgo de un ladrillo del templo con la rúbrica de Teodorico el Grande, rey ostrogodo del 511 al 526, posiblemente de una intervención posterior para mejorarlo o repararlo cuando ya estaba en otro uso.

Pero los tiempos del paganismo ya iban en retirada. La llama sacra del templo fue apagada por orden de Teodosio I en el año 394, tras derrotar en la Batalla del Río Frígido a Eugenio y Arbogastes, procediendo a abolir los cultos no cristianos de Roma y darles persecución, entre los que estaba el de Vesta.

Tras sobrevivir en pie durante gran parte de la Edad Media, el templo de las vestales fue desmantelado ya avanzado el Renacimiento, según informaban cronistas como Onofrio Panvinio en 1549. Fue destruido para reutilizar el valioso mármol de sus estructuras en nuevos templos cristianos y palacios religiosos. El resto de lo poco que quedó en pie, acabó derribado y sepultado en el lugar.

Recién en el siglo XIX se ejecutarán excavaciones arqueológicas que permiten recuperar lo que aún existía del Templo de Vesta, identificado como tal hacia 1877: las fundaciones, parte del podio, tres de las columnas y un pequeño tramo de la cella que cerraba su nave única. Durante el Gobierno de Benito Mussolini, en los años treinta, son rearmados con el aspecto que vemos ahora, permitiendo una aproximación al estupendo aspecto que tuvo en sus mejores años.

Los restos del templo y su perímetro circular, vistos desde la terraza del Palatino. A su derecha, algunos de los restos de la Regia.

Acercamiento al exterior de lo que queda del templo, vista lateral.

Observación opuesta del templo, sus columnas, cornisas y plintos.

Aspecto del lado posterior de los restos del templo.

Mirada hacia la concavidad interior del templo.

Sector posterior del templo. Se observan sus fundas circulares.

LA REGIA

Poco queda de la Regia en el conjunto del Atrium Vestae. Era una antigua domus situada a un costado del recién visto Templo de Vesta y justo enfrente del Templo de Antonio y Faustina, espacio reconvertido en la Iglesia de San Lorenzo en Miranda.

Corresponde a una planta en ruinas de forma trapezoidal, dividida en dos partes originales y que ocupaba un terreno formado por fragmentos del Templo del Divino Julio (su vecino del Oeste), el Templo de Antonino y Faustina (al Norte) y la Domus Publica y el Templo de Vesta (al Sur), con el que estaba más estrechamente relacionado en su objetivo y uso. La Regia se ubicaba en la Vía Sacra por el sector entre la colina de la Velia y el monte Palatino, adyacente también a la Casa de las Vestales.

Una gran cantidad de ruinas de mármol han sido alineadas en la cara Sur de la irregular manzana de la Regia, hacia el costado del Templo de Vesta, mientras que por el costado Norte de lo que era el conjunto, se observan en pie restos de antiguos murallones. El acceso principal del público al Foro Romano está muy cerca, por el lado de la Iglesia de San Lorenzo en Miranda, por lo que la Regia es uno de los primeros grupos de ruinas que presencia el visitante al ingresar a este recorrido arqueológico e histórico.

Según la tradición y la leyenda reafirmadas por Plutarco, había sido construida también por Numa Pompilio, razón por la que muchos han conocido este sitio como la Regia Numa, dando por hecho que se trataba del palacio de aquel segundo rey romano, idea reforzada por el hecho de que las residencias reales recibían también el nombre antiguo de regia. Al mismo soberano se le adjudicaba haber donado la Regia al pontifex maximus y también la construcción del Templo de Vestal, como vimos, y la Casa de las Vestales. Además, sería el creador de la residencia oficial del pontifex maximus llamada Domus Publica, situada entre la recién mencionada casa y la Regia.

Su primer servicio no está claro, sin embargo: se cree que se la habría usado como residencia de trabajo, o bien como cuartel general de los reyes, pudiendo haber sido adaptado para tal utilidad. También era sitio de reunión del colegio de pontífices y, en ocasiones, de la antigua y selecta cofradía sacerdotal conocida como Frates Arvales, que se remontaban a los orígenes de Roma.

Se sabe que, en algún momento, la Regia fue uno de los principales cuarteles de este tipo, primero para el Rey de Roma, que ostentaba también el grado de jefe de la religión y sumo sacerdote del culto al dios Jano, y luego habría sido residencia-sede del pontífice máximo o pontifex maximus, según hemos visto.

Durante la monarquía, también se guardaban en ella documentos de carácter religioso y jurídico conocidos como el libri pontificum y las leges regiae, respectivamente. Entre ellos había manuales de oraciones, libros de votos, manuales de sacrificios, calendario oficial de días sagrados, los registros históricos annales y otros relacionados con la vida pública y los procedimientos de ceremonias, matrimonios, herencias, funerales, etc.

El primer edificio ubicado en el sitio de las actuales ruinas, fue levantado en donde las investigaciones del siglo XIX han hallado huellas de lo que fueron 11 cabañas de entre el siglo VIII a. C. y la primera mitad del siglo VII a. C., cerca de un grupo de tumbas de niños pequeños pertenecientes a la época en que las sepulturas de estos ya se aceptaban en el interior de la línea sacra del pomerium. Dichas chozas o cabañas fueron destruidas hacia el año 625 a. C. para la instalación de un altar con cipo funerario en este espacio, en donde se construyó después la primera Regia de dos habitaciones precedidas por un pórtico que daba hacia el patio, con cimientos de bloques de toba volcánica, muros de ladrillo de barro y tejados.

Su construcción debió ocurrir entre fines del reinado de Anco Marcio (641 a. C. a 616 a. C, aproximadamente) o principios del de Lucio Tarquinio Prisco (617 a. C. a 578 a. C., aproximadamente).

La Regia original era de buenas proporciones para la época del año 580 a. C. y alrededores, en donde destacaban las decoraciones de terracota policromada, frisos, antefijas con rostros de gorgonas, etc. Tras ser destruido por un incendio, se le adiciona una nueva construcción hacia el período 550 a 525 a. C., quedando rediseñado con tres habitaciones ubicadas por el lado oriental del patio interior, decorado con frisos y terracotas arquitectónicas de estilo jónico.

Siendo posible que haya sido afectada también por los fuegos del primer ataque galo del año 390 a. C. y por daños ocurridos en el 210 a. C., se cree que la Regia fue destruida otra vez por un incendio y reconstruida en el año 148 a. C., que parece haber arruinado también al vecino Templo de Vesta, como hemos visto.

Cuando Julio César asumió como pontifex maximus, esto le permitió mudarse de sus antiguos barrios en el Subura y se cree que así estableció la Regia como su lugar de mando, por casi dos décadas hasta su  trágica muerte en el año 44 a. C., aunque el lugar que debía corresponderle a estas dignidades debió ser la Domus Publica. En el año anterior, además, Julio César habría depositado en el templo de Vesta su testamento, el que hacía valer la calidad de único heredero a Octaviano. Pero, poco después, otro incendio afectó al edificio debiendo ser restaurado por el cónsul Cneo Domicio Calvino, obras ejecutadas en el año 36 a. C. con mármol y, al parecer, parte del botín conseguido por los romanos en la Península Ibérica.

Eran ya los célebres tiempos del Emperador Augusto, y se cree que éste habría ordenado colocar en sus muros exteriores una larga nómina de cónsules y triunfadores romanos, desde Rómulo hasta el propio Augusto, que se conoce como el fasti consulares et triumphales y que hoy se encontraron el Palazzo dei Conservatori, cerca de este mismo sitio.

Todo indica, por lo tanto, que el edificio pudo haber sido construido y reconstruido varias veces y, en sus tiempos más arcaicos, quizá en diferentes sitios, siendo destruido no sólo por asaltos e incendios, sino también por terremotos.

Sin embargo, la antigua distribución y diseño del edificio acabaron en ruinas por los incendios posteriores. Los restos que pueden verde corresponden a una reconstrucción total de la Regia en el período de la República o del Imperio. Lo más probable es que esto haya sucedido a finales del siglo VI a. C., según los estudios arqueológicos, a principios de la República y para el sacerdote senatorial de los patricios correspondiente al Rex Sacrorum. Sin embargo, se ha detectado una reconstrucción más realizada a finales del siglo III a. C., aunque no hay claridad de cuánto abarcó esta intervención.

Se trataba ya de un inmueble de tres habitaciones por el lado Sur otras más al Norte, a las que se entraba por un pórtico y pasillos comunes. De entre las habitaciones, la central estaba conectada por una entrada al patio interior con pavimento de roca de toba volcánica y madera. Las tres habitaciones estaban unidas entre sí. La del centro era administrativa, pero las de los costados estaban dedicadas a una deidad cada una, como santuarios. Tenía en su interior los altares y las reliquias de dioses sin rostro ni representación, identificados como fuerzas espirituales protectoras de lugares, el numen, como es el caso de Ops y Vesta.

La habitación en donde estaba un altar de Marte, correspondiente a la del ala poniente, era en donde se guardaban el escudo ancilia, caído del cielo según Plutarco en "Vida de Numa", y las lanzas hastae Martiae que estaban consagradas al Dios de la Guerra. La tradición romana decía que, si las lanzas vibraban solas allí, era presagio de calamidades, como la noche del 14 de marzo del año 44 a. C. cuando anunciaron el asesinato de Julio César, quien desoyó la advertencia de Marte, pagándolo con su vida. Cada vez que iba a tener lugar una declaración de guerra, además, el general debía asistir al sacrarium de Marte a cumplir con un protocolo: agitar una de estas lanzas pronunciando las palabras "¡Mars vigila!", según Servio en sus "Comentarios sobre Virgilio".

La habitación del oriente, en cambio, pertenecía al altar de Ops, madre de Vesta, a la que sólo podían entrar el pontifex maximus y las sacerdotisas vestales, además de tener importancia durante la fiesta romana conocida como Opsconsiva, dedicada a la misma deidad.

Hubo otros incendios que afectaron parcialmente al conjunto en los años 64 y 119 d. C. Según Tácito, el incendio de los días de Nerón la destruyó junto a la Casa de las Vestales, dejando las ruinas que vemos hoy. Así, cuando se reconstruyó después el Atrium Vestae, se ignoró la que había sido su ancestral alineación cardinal con el Templo de Vesta y la Regia. Y, tras perder su carácter como sede administrativa y religiosa, pasó a convertirse en una residencia, según se cree, entre los siglos VII o VIII. Se le realizaron algunas transformaciones al mismo, para este cambio de funciones.

Hay muchos misterios y observaciones científicas pendientes aún en relación a la Regia, en parte por las insuficientes investigaciones que se han hecho para tan importante e histórico sitio. Las primeras excavaciones y estudios de los restos se realizaron entre 1872 y 1875, dejando al descubierto parte de lo que vemos ahora.

Desde entonces, arquitectónicamente sólo se han podido recuperar los cimientos, aún visibles allí en el Foro Romano. Recién en 1886 es identificado como la Regia, realizándose nuevas excavaciones en 1889 y fines del mismo siglo. En la centuria siguiente, se realizarán otros estudios en terrenos por connotados arqueólogos, a mediados de los años sesenta y luego de los noventa.

Muchos objetos interesantes han salido de estas excavaciones iniciadas en el siglo XIX, como restos de cerámica, una copa de tipo bucchero con la inscripción "Rex" (Rey, probablemente perteneciente al Rex Sacrorum o "rey de los ritos sagrados"), que se presume del siglo VI a. C., y fragmentos de un friso de terracota del período 600 a 550 a. C. mostrando un minotauro y unos felinos, hoy en otro sitio.

Vista desde las terrazas del Palatino del conjunto del Atrium Vestae: se observa el blanco Templo de Vesta, a su lado (medio tapado por el árbol) el lugar de la Regia, y abajo parte de las ruinas de la Casa de las Vestales y su patio con fuentes de agua.

Acercamiento al lugar del edificio del templo en ruinas y, a su lado, entre el césped, los restos de la Regia. Los murallones que se ven más arriba son los restos del Templo del Divino Julio.

Vista hacia el sector del Barrio de las Vestales desde el fondo de la Basílica Julia. A la izquierda, se observan las columnas y restos en pie del Templo de Cástor y Pólux, y al centro, más pequeño, el Templo de Vesta, mientras que hacia la izquierda se ubica el sector en donde estuvieron la Domus Publica y la Regia.

Vista del Templo de Vesta desde los antiguos pavimentos que revestían la Casa de las Vestales. A la izquierda del lugar en donde se levanta el árbol central, estaba la Regia.

Restos de la Regia, al pie de las columnas del Templo de Antonio y Faustina y de la Iglesia de San Lorenzo en Miranda.

LA DOMUS PUBLICA

Aunque se trata de un edificio que ya no ha dejado huellas destacables en el Atrium Vestae tal como ha sobrevivido hasta nuestros días, cabe comentar acá algo sobre la Domus Pública que existió alguna vez en este complejo vestal, específicamente entre la Regia y la futura Casa de las Vestales, y que servía como residencia oficial del sumo sacerdote o pontifex maximus, siendo el sitio al que eran trasladados todos los que ostentaran tal cargo religioso.

Dijimos que la Domus Pública estaba situada vecina a la Regia y llegó a ser recinto ocupado para la antigua Casa de las Vestales, rodeando al templo por su lado oriental. Estaba ubicado a un costado de la Vía Sacra y enfrente de aquel antiguo convento de las vestales. Empero, no hay claridad sobre cuán antiguo era el primer edificio, aunque sí se sabe que fue incorporado a la Casa de las Vestales en el año 64.

Por entonces, el Atrium Vestae tenía proporciones muy menores a la que dejaron las ruinas que actualmente vemos en el mismo lugar. Esto sucedía tras el gran incendio de Roma y las reconstrucciones ordenadas por Nerón, además.

De acuerdo a las investigaciones arqueológicas que se han realizado en el terreno, consistía en un edificio adyacente al Templo de Vesta y dotado de habitaciones, dos principales, como salas. Una de ella, con ábside, habría correspondido a los baños de la Domus Pública, antes de ser asimilados en el gran complejo del Atrium Vestae, construido ya en el 191 d. C. Tanto la Regia como la Casa de las Vestales podrían haber "fagocitado" el área que ocupaba la Domus Publica, entonces, especialmente el palacio de las sacerdotisas.

Cierta tradición dice que Julio César había hecho llevar todas las armas sagradas de la Regia hasta la Domus Publica, en donde ya había establecido su residencia. Precisamente allí habría desoído la advertencia de las lanzas de Marte, cuando comenzaron a agitarse solas anunciándole que estaba en peligro si visitaba el Senado, como finalmente ocurrió.

Esta edificación situada en el territorio del culto a Vesta del Foro Romano, permaneció largo tiempo al servicio del pontifex maximus que, como dijimos, era el único facultado para entrar al Templo de Vesta y a las dependencias de las sacerdotisas vírgenes, como director de su escuela y sus claustros en la Casa de las Vestales. Sin embargo, Augusto (27 a. C. al 14 d. C.) trasladó la residencia pontifical al monte Palatino, cuando habían pasado a ser los emperadores los que ostentaban ya aquel título de pontifex maximus, con lo que sobrevino el final de la Domus Publica para estos servicios, quedando décadas después para disposición de la Casa de las Vestales, como también hemos dicho.

Por lo anterior, el antiguo edificio en donde había vivido Julio César, se convirtió en pertenencia de las vestales para su casa antigua, no quedando huellas de ella a la vista entre las ruinas del palacio vestal principal.

Panel informativo del Atrium Vestae en el Foro Romano: 1) Templo de Vesta; 2) Santuario de culto; 3) Losas del período republicano reutilizadas en el período imperial; 4) Cocina; 5) Aula absidiada, posiblemente de culto; 6) Estatuas de las vestales; 7) Piscinas-fontanas del patio; 8) Molino de trigo; 9) Cocina; 10) Patio abierto; 11) Despensa con ánfora; 12) Sala con seis cuartos menores, posiblemente de las vestales; 13) Pórtico hacia la Vía Sacra; 14) Tabernae; 15) Primera casa de las vestales hasta el año 64 d. C. (en rojo).

Vista de las ruinas de la Casa de las Vestales desde la terraza del Palatino.

Patio de las fuentes de la Casa de las Vestales, vista hacia el Palatino.

Vista hacia las terrazas del Palatino desde el patio, sector donde estaba el peristilo.

Sector posterior del patio interior de la Casa de las Vestales. Atrás, se eleva la imponente y enorme Basílica de Majencio.

Salón de las seis salas o cuartos al fondo del patio, sector Este de la Casa de las Vestales, que se presumen posibles habitaciones personales de las sacerdotisas.

Vista desde el Palatino del sector de la Casa de las Vestales al Sureste, en donde estaban los cuartos destinados a la cocina y el molino de trigo, justo al lado del patio con las fuentes.

LA CASA DE LAS VESTALES

Llamada como el Atrium Vestae propiamente tal, pues el Templo de Vesta formaba parte de su conjunto en su extremo poniente, la Casa de las Vírgenes Vestales se ubicó al Sur de la Regia, paralelamente a la Vía Sacra y la Vía Nova, ocupando una manzana entre ambas a un lado del Palatino y del bosque sagrado destruido por las invasiones, los incendios y el propio crecimiento urbano. Casi todo el terreno que había ocupado la Domus Publica fue asimilada por la casa, además.

Consistía en un palacio con un amplio patio rodeado por las edificaciones y pabellones pertenecientes a las dependencias de la escuela vestal, en donde todo giraba en torno al culto de Vesta y los servicios de las sacerdotisas vírgenes. Se cree que las vestales llegaron a establecerse acá en el siglo II a. C., ocupando un terreno entre la Regia y la Domus Publica en las faldas del monte Palatino.

El primitivo aposento de las vestales en este lugar era de pequeño tamaño y con planta más bien rectangular, conectada al círculo perimetral del Templo de Vesta (aunque no se sabe si éste tenía ya entonces su base circular), con alineación acorde a las cardinales y coherente con la que mantenía la Regia, pareciendo que existió un período de construcción común de este último edificio y la primera Casa de las Vestales, por el siglo VI a. C. inclusive. Excavaciones arqueológicas realizadas en nuestra época identificaron también la existencia de una previa cabaña del siglo VIII a. C. en el lugar y separada del templo sólo por un muro, posiblemente una Casa de las Vestales aún más primitiva, del tiempo de las monarquías.

Vimos que, como los emperadores habían comenzado a ostentar ya el título de pontifex maximus, el gobierno del soberano Augusto cedió la Domus Publica a las vestales. El terrible incendio de julio del año 64, sin embargo, no se compadeció del culto a Vesta ni de su llama eterna, alcanzando a su templo y a la vieja casa de sus sacerdotisas. Nerón ordenó reconstruirlo, pero esta vez sobre un nivel más alto y con una orientación cardinal distinta, con inclinación para su eje N-O hacia S-E., acorde a las demás manzanas y edificios del Foro Romano y la Vía Sacra, pero disociado del que determinaban la Regia y, en cierta forma, el propio Templo de Vesta.

Varias veces más tendrá que se reconstruida la Casa de las Vestales durante la época imperial. Excavaciones arqueológicas realizadas en 1884-1885 y en 1907, dejaron en evidencia una reconstrucción que podría remontarse a los tiempos del emperador Trajano (año 98 a 117), correspondientes a basas de ladrillos con marcas de lo que habría sido una construcción anterior sobre los mismos.

El nuevo incendio de Roma ocurrido en el año 191, volvió a destruir el templo y la casa de las vestales. Pasaron dos años hasta que, al asumir en el 193, Septimio Severo ordenara reconstruir toda el ala oeste del palacio residencial de las sacerdotisas, o más bien su esposa Julia Domna, interesada en el culto vestal y en la recuperación del Atrium Vestae completo.

Prácticamente, todo lo que queda en el foro a la vista de los turistas en nuestros días, pertenece a aquella reconstrucción, correspondiente a un edificio con peristilo y de tres pisos, 50 habitaciones y distribución de las dependencias (habitaciones y salas) alrededor de un patio alargado y con su peristilo propio de unos 69 metros, que funcionaba como atrio con jardines y con dos piscinas o fontanas principales y una más pequeña al Este. La fontana central y más larga, por alguna razón desconocida, fue cubierta para instalar en los días de Constantino una estructura octogonal de ladrillos que ocupó parte de la misma, ya retirada.

El palacio contaba con un pórtico en donde estaban los podios con las estatuas de las principales supremas sacerdotisas o virgo vestalis maxima de la historia de la Casa de las Vestales, rodeando el patio, con fechas y dedicatorias de los cónsules, creyéndoselas también de la época de Septimio Severo o después. De todas ellas, los siguientes nombres de vestales quedan aún en el complejo en ruinas: Numisia Maximillia (201), Terencia Flavola (tres de 209, 213 y 215), Campia Severina (240), Flavia Mamilia (242), Publicia Flavia (dos de 247 y 257), Celia Claudina (286), Terencia Rufilla (dos de 300 y 301), Celia Concordia (380) y posiblemente Claudia (conversa al cristianismo mencionada por Prudencio, del 364) a la que se le borró el nombre y sólo quedó una "C".

Al oriente del patio, atrás de la fuente cuadrada del fondo, hay una gran sala impropiamente llamada tablinum, es decir, la sala de recepciones de una domus romana, pero no parece haber tenido este uso. Está entre dos grupos de tres pequeños cuartos cuadrados cada uno, probablemente habitaciones de las seis vestales permanentes del palacio, aunque su pequeñez ha hecho dudar que se traten de tales, pudiendo corresponder más bien a cuartos para guardar pertenencias personales de las sacerdotisas. Se observan unas escaleras que salen desde él hacia un desparecido tercer nivel, probablemente ocupado por las sirvientes.

Una entrada al complejo estaba al Este del templo y junto a ella destacaba el llamado Edículo de Vesta, templete adosado al muro exterior y ubicado casi de cara a la Regia, en donde estuvo antes la Domus Publica, con marcas en su estructura que se remontan a los tiempos de Adriano (año  117 a 138). Originalmente, tenía dos columnas de mármol de orden jónico, aunque actualmente sólo se ve una reconstruida, mientras que la otra está reemplazada por un funcional pilar enladrillado. Un friso con inscripciones señala que este Edículo fue construido gracias un decreto del Senado que permitió el uso de dineros públicos, siendo probable que albergara también, en este espacio, alguna estatua de Vesta, considerando que el templo no tenía alguna suya y mantenía en su lugar el perpetuo fuego sagrado.

Por el opuesto, en cambio, había una sala abovedada de nivel inferior, con altar y estatua barbada de Numa Pompilio que hoy está en el Antiquarium del Foro, al que la leyenda le adjudica la fundación del culto a Vesta, como vimos. Una gran cantidad de descritas estatuas de vestales decoraban el lugar, algunas de ellas recuperadas y aún disponibles a la contemplación. Formaba parte de un pequeño santuario interior, probablemente el de los Lares.

Sin embargo, tras la  legalización romana del cristianismo por el Edicto de Tolerancia de Galerio, en el 311, y el Edicto de Milán de Constantino, en el 313, los cultos paganos comenzaron a perder terreno hasta entrar directamente en conflicto con las autoridades luego del Edicto de Tesalónica de Teodosio I, en el 380, que declaró a la fe de Cristo como la religión oficial del Imperio Romano. Con altos y bajos para el cristianismo, finalmente, sus intereses se imponen y, antes de terminado el siglo, los paganos ya están totalmente acorralados y perseguidos.

La derrota del último bastión pagano imperial tiene ocasión en el 394, arrojando un oscuro prospecto sobre los antiguos cultos de los dioses romanos. El colegio de las vestales fue abolido, en consecuencia, y la casa de las sacerdotisas acabó abandonada por la última generación de vírgenes vestales que aún la habitaba.

A partir de ese momento, la Casa de las Vestales pasó a ser primero la residencia de los funcionarios de la Corte Imperial, y años después, la de los funcionarios de la Corte Papal, en donde se guardaban grandes tesoros que han arrojado valiosas sorpresas en siglos posteriores, como el hallazgo de una fortuna en monedas de oro del siglo V y después 830 monedas anglosajonas de los siglos IX y X. Sin embargo, el palacio comenzó a caer en la decadencia cuando este mismo sector del Foro Romano fue paulatinamente presa del desuso y del abandono, principalmente entre los siglos IX a XII. Destruida por terremotos y la propia vejez, la vetusta Casa de las Vestales quedó enterrada y en ruinas.

Durante el siglo XV, se realizaron excavaciones en el lugar y aparecieron las primeras de varias peanas de estatuas y algunas esculturas encontradas en el mismo sitio, y en las que pueden leerse las inscripciones dedicadas a Vesta. Estas obras, que probablemente datan de finales del siglo III hasta el año 377, fueron reunidas en el patio del mismo complejo, con las estatuas decorativas. La mayoría aparecieron por el lado poniente del patio, probablemente tras la construcción de un horno de cal en el sector, durante la Edad Media.

También se pudo encontrar, después, la rueda del molino que, ubicado hacia el extremo Sur, permitía a las vestales obtener la harina para la fabricación del mola salsa ofrecido en los ritos a Vesta. El molino estaba en la misma ala donde se halló lo que parecen ser dos hornos y exactamente al lado de lo que correspondería a la cocina.

La Casa de las Vestales estuvo por largo tiempo aislada del público en el Foro Romano. Sin embargo, tras una renovación completa y su reapertura, a partir de enero de 2011, está disponible al paseo de los turistas, que pueden recorrer completas las ruinas del Atrium Vestae. Las estatuas recuperadas fueron a parar a museos y otras se distribuyeron en los pasajes junto al patio, aunque no se conoce la distribución original que debieron haber tenido.

Estatuas y bases en el lugar en donde estaba el peristilo, junto al patio de las vestales.

Estatuas de vestales y restos de las mismas, en el patio de la casa.

Una de las estatuas-bases de Flavia Publicia, en la Casa de las Vestales.

Vista del patio desde la fuente Este del mismo. A la derecha, sector de las estatuas y el pasillo en donde estuvo antes el peristilo. Al fondo, los restos del Templo de Cástor y Pólux y, atrás, el Campidoglio.

Otra vista desde el sector al fondo del patio de la Casa de las Vestales, junto a la fuente del Este. Se ven, a la izquierda, las ruinas del antiguo grupo de habitaciones en donde estuvo el aula con ábside, la cocina y el molino.

Sector de antiguos pavimentos y habitaciones en ruinas.

Antiguo pavimento del edificio de las vestales.

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