EL RINOCERONTE DE ALBERTO DURERO: UNA REALIDAD QUE SE CONVIRTIÓ EN ERROR Y UN ERROR QUE SE CONVIRTIÓ EN REALIDAD

 

Existe un singular error en la historia de la zoología, constituido por el caso del célebre rinoceronte del artista alemán Alberto Durero (Albrecht Dürer, 1471-1528), precursor del Renacimiento y máximo exponente de este movimiento en la cultura germánica. La imprecisión llegó a extenderse de tal manera que, todavía en el siglo XIX, podían verse ejemplos aislados de las consecuencias de aquel grabado que viera la luz hace redondos 500 años, los que cumplirá en este 2015. El hecho histórico del que surge el asunto, además, inspiró libros contemporáneos como "El rinoceronte del Papa" del autor inglés Lawrence Norfolk.

La historia es más o menos así: en el puerto de Lisboa, el 20 de mayo de 1515, fue desembarcado del navío "Nossa Senhora da Ajuda" al mando del Capitán Francisco Pereira Coutinho, un enorme rinoceronte de la India (Rhinoceros unicornis) que había pertenecido brevemente al Almirante Alfonso de Albuquerque, gobernador en representación de Portugal en esa colonia, quien iba a morir a fines de ese mismo año. El perisodáctilo, que en algunas fuentes aparece llamado Ganda, le había sido obsequiado por Muzafar II, rico Sultán de Ahmedabad y gobernador Khambhat, en el protocolo diplomático de intercambio de regalos, sacándolo de su propio zoológico particular. Sin contar con un lugar apropiado y cómodo para tener la extraña mascota, Albuquerque lo envió a Portugal a principios de ese año, para la ostentación del soberano Manuel I.

Tras el largo viaje de cuatro meses por aguas del Índico y África, el mamífero causó asombro entre los ciudadanos europeos, pues se trataba de un animal sumamente desconocido para el mundo occidental, a pesar de que los romanos imperiales habían tenido contacto con algunos especímenes en su tiempo.

Hay información muy interesante sobre este suceso histórico en libros como "El Rinoceronte de Alberto Durero" de Dieter Salzgeber y "Los Rinocerontes: desde Dürer hasta Stubbs. 1515–1799" de T. H. Clarke. Cuenta allí este autor que el monstruo de la India pudo haber influido incluso en que se colocaran en la hermosa Torre de Belém, que por entonces recién se construía en Lisboa, algunas gárgolas con cabeza de rinoceronte, como homenaje al visitante.

Por su parte, Herbert Wendt señala en "El descubrimiento de los animales" que el rinoceronte vino a funcionar como una especie de confirmación cultural aunque resignada a la leyenda del unicornio, de la misma manera que focas y lobos marinos lo fueron de las sirenas. La gente asistía en masa al zoológico particular de fieras del Palacio de Ribera de Manuel I para ver al monstruo indio y confirmar que eran verdaderas aquellas historias sobre extraños animales de Oriente, cual si pudiesen observar en vivo un dragón, un grifo o una quimera.

Autorretrato de Alberto Durero.

Dibujo a tinta del rinoceronte, producido por Durero en 1515.

EL RINOCERONTE DE DURERO

Mientras esto sucedía en Portugal, muchos ciudadanos esparcían por el resto de Europa la noticia de la presencia del rinoceronte en la península. Un comerciante de Moravia llamado Valentín Ferdinand, maravillado con la bestia, había enviado a Nuremberg a uno de sus amigos bávarios una carta fechada en junio de 1515, describiendo con asombro la criatura que podía verse en Lisboa, documento del que sólo sobrevive una traducción al italiano que está actualmente a resguardo de la Biblioteca Nacional Central de Florencia. Casi al mismo tiempo, otro habitante del puerto portugués cuyo nombre no está claro, hace llegar también a Nuremberg una carta sobre el mismo asunto, pero acompañada de un dibujo sencillo retratando el aspecto de la criatura.

Esta última ilustración cayó en manos del artista Alberto Durero, quien se sintió inmediatamente interesado por el modelo original que hubiese tenido el anónimo dibujante y quiso elaborar su propia representación gráfica del mismo. Algunas fuentes indican que quien entrega la carta y el dibujo a Durero es Konrad Peutinger, y que dicho documento sería la misma correspondencia enviada por Ferdinand.

Durero realizó tres dibujos del sorprendente rinoceronte, basándose en las descripciones de la carta y en el deficiente esbozo que venía inserto en la misma, dos de ellos ejecutados a tinta y uno por método de grabado xilográfico, agregándole una reseña que parece estar basada en la descripción hecha por el cronista y sabio romano del siglo I Plinio el Viejo, en su "Naturalis Historia", aunque con una errata en el año que señala el artista como aquel del arribo del animal a Portugal:

En el primero de mayo del año 1513, el poderoso Rey de Portugal, Manuel de Lisboa, trajo semejante animal vivo desde la India, llamado rinoceronte. Ésta es una representación fiel. Tiene el color de una tortuga moteada y está casi completamente cubierto de gruesas escamas. Es del tamaño de un elefante, pero tiene las patas más cortas y es casi invulnerable. Tiene un poderoso y puntiagudo cuerno en la punta de su nariz, que afila en las rocas. Es el enemigo mortal del elefante. El elefante se asusta del rinoceronte, pues, cuando se encuentran, el rinoceronte carga con la cabeza entre sus patas delanteras y desgarra el estómago del elefante, contra lo que el elefante es incapaz de defenderse. El rinoceronte está tan bien acorazado que el elefante no puede herirle. Se dice que el rinoceronte es rápido, impetuoso y astuto.

Pero a pesar del ajuste a las proporciones y la distribución de placas o pliegues dérmicos que puso de forma relativamente correcta en un animal que no había visto nunca, el dibujo de Durero estaba lejos de ser una "representación fiel" y, por el contrario, generó un extraño error que perduró por larguísimo tiempo más en Europa.

Rinoceronte de Durero, en otro de sus famosos grabados.

Extraña y deforme versión publicada por Ambroise Paré.

LAS IMPRECISIONES DEL GRABADO

El rinoceronte de Durero aparece revestido de formidables caparazones, con escamas reptilianas y hasta un pequeño cuerno adicional sobre el lomo, al final del cuello, además de perfiles aserrados y extrañas excrecencias que semejan un poco la textura real de estos mamíferos, pero exageradas hasta la fantasía, pareciendo más bien un enchapado o tachonado con remaches sobre su piel. También muestra una pequeña barba y una especie de collar natural membranoso.

Al instante, entonces, el tropiezo del artista comenzó a expandirse y se cree que fueron producidas unas 5.000 copias de esta obra del autor, sólo antes de su muerte.

Aunque Durero no haya visto jamás a la criatura y gran parte de su exagerada representación del mismo pueda ser sólo una combinación de la imaginación del artista con la mala descripción del testigo, se ha conjeturado que el rinoceronte de Durero pudo ser una combinación equivocada de la anatomía del animal con armaduras o decoraciones que debieron habérsele adicionado al animal real para exhibiciones de combates, pero esto no pasa de ser una interpretación informal y muy especulativa, aunque bastante sugerente. También se ha dicho que Durero quiso darle un aspecto más primitivo, casi prehistórico, pero no es seguro que gráficamente existiera ese concepto por entonces, ya que la fauna paleontológica era muy desconocida en la época.

Una teoría muy interesante y pobremente difundida aparece en el libro de Wendt, sugiriendo que el aspecto del animal pudo haber sido en realidad una patología cuyas consecuencias se creyeron eran características propias de la especie:

Por desgracia, debido a su largo cautiverio en el cobertizo del barco, le salieron numerosas excrecencias córneas en la piel -fenómeno que, por otra parte, aparece muy a menudo en los antiguos rinocerontes acorazados también en los parques zoológicos-. Pero el dibujante portugués que contempló asombrado en Lisboa a este animal extranjero creyó que estas tumefacciones, callosidades y excrecencias las tenían todos los rinocerontes auténticos y así realizó su esbozo. Y Durero, que no pudo ver nunca el animal que en poco tiempo se hizo mundialmente famoso y sólo consiguió hacerse con el dibujo portugués, tuvo que llegar lógicamente a la misma conclusión.

Rinoceronte de Penni, de 1515, muy impreciso e indefinido.

Rinoceronte de Burgkmair, también de 1515 pero mucho más exacto.

EL ERROR SE EXPANDE Y EL ANIMAL MUERE

Ese mismo año en que Durero presentaba su grabado, su compatriota y adversario profesional Hans Burgkmair realizó en Augsburg otro conocido dibujo a tinta del rinoceronte de Lisboa, pieza que hoy está en las colecciones Museo de La Albertina de Viena. Aunque pudo estar basado en el mismo trabajo de Durero, se sabe que Burgkmair mantenía contacto con mercaderes de Lisboa y de Nuremberg que pudieron darle una descripción más fiel del animal, la que se refleja en su trabajo. Por esto le habría agregado también detalles muy apropiados, como las amarras inmovilizándolo por los pies. Su aspecto era mucho más cercano a lo exacto, sin las escamas, cuernillos adicionales ni texturas fabulosas; pero por alguna razón, su dibujo no llegó a ser tan popular como el de Durero, frustrando toda posibilidad de corregir la versión equivocada que ya se expandía.

Con el error rápidamente difundido, Giovanni Giacomo Penni publicó también en 1515 su trabajo "Forma & natura & costumi de lo Rinocerothe", que actualmente está en la Biblioteca Colombina de Sevilla. Su imagen -que puede estar basada en la de Durero o en el erróneo boceto que circulaba por Europa y que también inspiró a éste- es una abstracción total del animal, reflejo del imaginario colectivo que se estaba creando del mismo, con una criatura que, si bien muestra también sus patas encadenadas, ofrece un aspecto como de criatura mitológica y mezquino talento del dibujante.

En tanto, el emperador portugués -quizás ya cansado de la verdadera criatura- intentó organizar una pelea pública entre la bestia y uno de los elefantes blancos de sus jardines de criaturas exóticas, el Domingo de Trinidad del 3 de junio de ese año, pues se creía que ambas especies eran enemigas, por las afirmaciones de Plinio el Viejo. Sin embargo, el experimento resultó en un fiasco: los animales se asustaron amedrentados por los gritos de la muchedumbre y el estrés de la situación. Así, perdiendo el interés y sin saber qué hacer con el rinoceronte, Manuel I decidió regalarlo al Papa León X, como una zalamería para mantener monopolios comerciales de las flotas portuguesas en aguas de Oriente, tras el descubrimiento de la ruta de Vasco de Gama en 1548. El pontífice, que ya había recibido hacía poco tiempo y del mismo soberano a un elefante llamado Hanno, aceptó el nuevo regalo y así el rinoceronte fue embarcado desde Lisboa en diciembre, junto con varios otros regalos y valiosos obsequios.

Tras pasar provisoriamente por Francia hacia la última semana de enero de 1516 y ser observado allí por el propio Rey Francisco I, el animal encadenado y enjaulado salió embarcado otra vez. Pero la desgraciada existencia de sus últimos años de vida acabó dramáticamente en el camino hacia Roma, cuando la nave que lo transportaba naufragó en la costa ligurina de Portovenere, al Norte de La Spezia, a causa de un inesperado temporal. Su pesado cadáver fue arrastrado hasta las costas de Villefranche-sur-Mer, donde se lo recuperó y envió de regreso a Portugal, para que taxidermistas lo disecaran y rellenaran con paja y aserrín.

Así fue embarcado otra vez a Roma, donde finalmente llegó pero ya convertido en esto, antes de terminado el año, sin causar gran asombro ni las explosiones de interés popular que había visto en vida. Artistas renacentistas como Rafael Sanzio y su alumno Giovanni da Udine pudieron contemplarlo en la exposición, antes que desapareciera misteriosamente hacia la década siguiente, quizás durante el pillaje y los incendios del Saco de Roma de 1527.

Pelea de rinoceronte y elefante, según las publicaciones de Paré.

Versión del rinoceronte publicada por Aldrovandi.

CASI TRES SIGLOS EQUIVOCADOS

Muerto ya el rinoceronte pero visible su cuerpo disecado en Roma, el error desatado por las ilustraciones de Durero seguía expandiéndose. Las reproducciones de su grabado continuaron por el resto del siglo XVI, con casos como la "Cosmographie" de Sebastián Munster en 1540 y los grabados de Ambroise Paré, donde también se insiste en la fábula de los rinocerontes y los elefantes como "enemigos mortales"; incluso salta como símbolo heráldico al blasón militar que Alessandro de Medici adoptada hacia esos mismos años. Vuelve a verse la imagen en la "Historiae Animalium" de Conrad Gessner, en 1551 y en un grabado a color publicado por el naturalista italiano Ulisse Aldrovandi, de 1599, quien aportó también información sobre la historia del rinoceronte real que se suponía representado en estas ilustraciones.

Las copias y versiones derivadas del trabajo original de Durero se perpetuaron todavía en la centuria siguiente, llegando a extravagancias tales como la extraña criatura que publica Jacobus Typotius en sus últimos años de vida, que ya parece una especie de cerdo gigante con un cuerno en la nariz y otros en el lomo. Reaparece el rinoceronte acorzado en la "Histoire of Foure-footed Beastes" de 1607, de Edward Topsell y varios otros ejemplos de aquella centuria.

Recién con la publicación de dibujos más precisos en trabajos como los del naturalista Georges Louis Leclerc, Conde de Buffon, en el siglo XVIII y la llegada de unos cuatro rinocerontes más a Europa en distintos años después de Ganda, comienza a quedar atrás el error iniciado por Durero, aunque en el imaginario popular y en la caricatura la imagen del animal con corazas y placas defensivas persistió por larguísimo tiempo más, siendo todavía posible de ver en algunos dibujos animados infantiles de mediados del siglo pasado, particularmente con un repetido chiste de un rinoceronte acorazado que, al estornudar, perdía toda su engañosa armazón protectora y quedaba reducido a un famélico y enfermo animal que se escondía dentro de su escudo natural.

Pero no fue la única vez que el rinoceronte generó errores en sus representaciones en la historia del mundo. En China, por ejemplo, se conocieron algunas versiones de animales parecidos a caballos peludos con tres cuernos en la nariz y una concha de tortuga en la espalda, claramente inspirados en el mismo mamífero, y en África hubo también efigies de rinocerontes más bien con aspecto de alguna clase de estilizado animal corredor con un cuerno nasal enorme haciéndolo reconocible.

El rinoceronte de Durero ha reaparecido muchas veces en el arte, la literatura y la cultura popular, pero ya no como una confusión, sino como una excentricidad de la zoología primitiva y de la iconografía histórica.

Grabado más real de rinoceronte, publicado por Georges Louis Leclerc, siglo XVIII.

Auténtico rinoceronte indio, en imagen del sitio web de "Seres Fantásticos".

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